Los resultados indican que la educación sanitaria sobre las enfermedades no trasmisibles mejora la calidad de vida relacionada con la salud y aportan al empoderamiento de la salud en las personas mayores. El Artículo seis de ese mismo capítulo señala que las actuaciones de las Administraciones Públicas estarán orientadas, entre otras, a la promoción de la salud y a promover el interés individual, familiar y social por la salud mediante la adecuada educación sanitaria de la población. Es decir, la educación para la salud supone comunicación de información y desarrollo de habilidades personales que demuestren la viabilidad política y las posibilidades organizativas de diversas formas de actuación dirigidas a lograr cambios sociales, económicos y ambientales que favorezcan la salud. Los profesionales de la salud están capacitados para promover la educación para la salud, vislumbrando el intercambio de información entre las personas, respetando la individualidad y las peculiaridades de cada uno, lo que les permite promover la https://controlaladiabetes.com salud a través de prácticas educativas. Por lo tanto, la educación sanitaria mejora la calidad de vida, poniendo de relieve la importancia de desarrollar hábitos saludables2)(3)(4) con conciencia, de ese modo, las personas dejan de tener una conciencia ingenua y se vuelven más críticos.

Educación sanitaria

A través de la participación en las escuelas que articulan acciones para el cuidado de la salud, es posible la formación de ciudadanos con pleno conocimiento acerca de los hábitos de vida saludables3. La educación sanitaria es un medio importante para ampliar el conocimiento de las prácticas que se relacionan con conductas saludables de los individuos. Con todo, se percibe la complejidad de las prácticas de educación para la salud en el entorno escolar y la debilidad existente en publicaciones científicas sobre la inclusión de las enfermeras en la escuela. En nuestra estructura socio-sanitaria las iniciativas educativas están ausentes en la asistencia hospitalaria o, en el caso de la atención primaria, se delegan en profesionales sanitarios con conocimientos técnicos propios de su trabajo, pero que no están cualificados para desarrollar intervenciones educativas.

Formación Permanente

“toda aquella acción profesionalizada e intencionalmente planificada para desarrollar un aprendizaje educativo (en contextos no formales principalmente), que procura la actuación sobre las necesidades sanitarias de las personas, grupos o comunidades y/o la optimización, promoción y potenciación de la salud física, ambiental o social” (Del Pozo 2013, 77). Para conseguirlo, la actuación del Educador/a Social en el ámbito de la salud pública ha de facilitar la realización de procesos de información, motivación y ayuda a la población para adoptar y mantener estilos de vida saludable, revalorizar las potencialidades individuales y participar en la vida del grupo para la mejora permanente de la calidad de vida (Senra, 2012). La salud es, por tanto, un hecho social que debe ser promovido mediante procesos educativos dirigidos, por un lado, a la mejora de la calidad de vida y el desarrollo del individuo y, por otra parte, al progreso y la mejora de las condiciones sociales. El uso de los medios de comunicación de masas y las nuevas tecnologías para difundir información sobre salud entre la población aumenta la concienciación sobre aspectos específicos de la salud individual y colectiva, y sobre la importancia de la salud en el desarrollo. La enfermería escolar, junto a la pedagogía terapéutica y la formación en salud para docentes y estudiantes, conforman el sistema que puede transformar la vida de los menores y garantizar que su salud no sea un impedimento para su desarrollo.

Educación sanitaria

1. Derecho a la salud

  • La respuesta y la participación de la población suele ser muy positiva.
  • Desarrolla habilidades y conocimientos para fomentar una vida saludable, previniendo enfermedades y promoviendo un entorno más seguro y saludable.
  • Así, en el contexto sanitario resulta un excelente mediador entre la sociedad y las instituciones sanitarias con un sentido humanista, que facilita el desarrollo social y equilibra la atención sanitaria, a veces excesivamente técnica, focalizando en el individuo toda su atención.
  • Para fomentar un estilo de vida sano, es necesario entender que los individuos adoptan sus diversos patrones de comportamiento por la presión del medio social en el que viven.
  • ¿Sabes cómo cuidarte o cuidar para prevenir enfermedades?

Es esencial que analicemos también las barreras medioambientales e intentemos dirigir acciones hacia ellas. En el siguiente apartado, diseño de la intervención, tendremos en cuenta que la EpS no sólo consiste en realizar acciones educativas. Por tanto, tendremos que investigar cuáles son en realidad los determinantes de esa conducta para poder dirigir nuestras acciones hacia ellos. En general, los fumadores saben muy bien que el fumar no es saludable y a pesar de ello siguen fumando. Si asumimos, por ejemplo, que el mayor determinante del hábito tabáquico consiste en la falta de conocimiento sobre los efectos negativos sobre la salud y nuestra intervención se dirige exclusivamente a aumentar los conocimientos, es evidente que no tendremos éxito en el cambio de conducta.

Educación sanitaria

El juego es la actividad que nace espontáneamente del alma infantil como expresión más sincera de su libertad7. El niño aprende a ser crítico y tomar decisiones inteligentes sobre su vida. La salud no es una asignatura más, pues en este marco no hay asignaturas ni exámenes.

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La hospitalización supone para el paciente, además del hecho de estar enfermo, ”el sufrimiento por la pérdida de autonomía, un cambio en el estilo de vida, la invasión de la privacidad y la pérdida del control sobre prácticamente todas las tareas de la vida diaria” (Gómez Sancho, 1998; Braga et. at., 2012). Se trata también, de establecer un auténtico trabajo en red y no quedarse en una coordinación puntual que en muchas ocasiones depende de la voluntariedad de los profesionales de cada zona. Este acompañamiento puede tener como unidad de referencia a la familia, de modo que la atención a uno de sus componentes pueda repercutir en el resto de miembros o pueda ser reforzada por ellos mismos. La presencia de Educadores/as Sociales, dado su perfil formativo, va directamente orientada a esa socialización de la intervención, la cual podría favorecer la resolución de estas carencias y permitiría un mejor aprovechamiento de los recursos. En este sentido, resulta muy interesante la propuesta que hace del Pozo refiriéndose, no tanto del Educador/a Social en el campo de la salud, sino con un planteamiento mucho más específico como es el correspondiente a una Educación Social para la Salud. El Educador/a Social se convierte en agente de humanización promoviendo la responsabilidad de los individuos en sus procesos vitales, reconociendo el protagonismo de los usuarios y sus familias, evitando intervenciones paternalistas, ofreciendo herramientas para la autonomía y comprometiéndose en la eliminación de situaciones de precariedad y exclusión social (Bermejo, 2014).

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